sumergido en una niebla perpetua de tristeza, sola,
mi bola sangrienta rugía y mi alma se agrietaba, sus
pedazos cayeron al mar erosionando las olas.
las lanzas confusas acechaban mi mente, devorándola,
acabando con las venas cristalinas.
si aquella noche no hubiera naufragado,
no tendría que haber visto pelear a las rocas,
y por qué no decirle te quiero.
Esther Vaca Martín
0 Opiniones:
Publicar un comentario